Desde hace al menos cincuenta años, los sismólogos reconocen que dos misteriosas manchas, del tamaño de un continente, residen en la parte más profunda del manto de la Tierra, una bajo África y la otra bajo la región del Pacífico Sur.
Estas manchas, más densas que el material que las rodea, pueden ser reliquias de un cataclismo de nuestro planeta que, según la hipótesis, desembocó en el surgimiento de la Luna.
Específicamente, se cree que hace más de 4.460 millones de años hubo una colisión entre la Tierra primordial y un objeto del tamaño de Marte, llamado Theia, que lanzó al espacio roca fundida que se fusionó en la Luna.
Pero es posible que algunos trozos de Theia hayan permanecido dentro de la Tierra, hundiéndose en un lugar justo encima del núcleo esférico de hierro y níquel de nuestro planeta.
Los investigadores realizaron simulaciones por computadora examinando el evento del impacto, las propiedades geofísicas del material que probablemente formaba Theia y la evolución del manto de la Tierra, la más amplia de las capas que comprenden la estructura interior de nuestro planeta con aproximadamente 2.900 km de espesor.
Así, basándose en estas simulaciones, propusieron que la mayor parte de Theia fue absorbida por la Tierra, formando las manchas, mientras que los restos residuales crearon la Luna.
El descubrimiento
“Estas manchas están a 2.900 kilómetros bajo nuestros pies y tienen aproximadamente el 2% de la masa de la Tierra. Fueron detectadas por sismología, ya que las ondas sísmicas viajan más lentamente dentro de estas dos regiones en comparación con el manto circundante. Cada una de las manchas tiene el doble de tamaño de la masa de toda la Luna, por lo que son masivas”, dijo el geofísico de Caltech Qian Yuan, autor principal del estudio publicado en la revista Nature.
“Es increíble porque podemos descubrir reliquias de otro planeta, Theia, si excavamos lo suficientemente profundo en el manto de la Tierra”, agregó el coautor del estudio, Hongping Deng.
Se cree que el aumento de densidad de las manchas surge de su alto nivel de hierro, muy parecido a las rocas lunares, lo que tendría sentido si estuvieran hechas del mismo material original de Theia.
“Después del impacto, estos materiales se hundirían hasta el límite entre el núcleo y el manto porque probablemente tengan una mayor densidad que el manto ambiental, y es la densidad adicional la que les permite sobrevivir a toda la historia de la Tierra”, explicó Yuan.
La luna, que orbita la Tierra a una distancia de 385.000 km, tiene un diámetro de aproximadamente 3.475 km, un poco más de una cuarta parte del diámetro de nuestro planeta.
Según el estudio, si las conclusiones son correctas, algunas rocas volcánicas que llegan a la superficie de la Tierra pueden proporcionar muestras del planeta desaparecido. Por lo tanto, obtener una mayor comprensión del hipotético impacto podría proporcionar información sobre la evolución de la Tierra y otros planetas rocosos en nuestro sistema solar y más allá.
“La Tierra sigue siendo el único planeta habitable confirmado y no sabemos por qué. Esta colisión probablemente estableció las condiciones iniciales de la evolución de la Tierra. Estudiar sus consecuencias puede ayudarnos a descubrir por qué el nuestro es diferente de otros planetas rocosos”, sentenció Yuan.
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