En 1987, una estrella de hasta 20 veces la masa de nuestro Sol explotó en una galaxia cercana, y dicho suceso fue visible a simple vista desde el hemisferio sur de la Tierra.
Pero ahora, más de 30 años después de ese hito, científicos descubrieron que dicha explosión desembocó en la creación de una estrella de neutrones.
Dos instrumentos del Telescopio Espacial James Webb (JWST) que observaron la supernova en longitudes de onda infrarrojas detectaron evidencia química reveladora que involucra átomos de argón y azufre.
En este sentido, el descubrimiento indicaría que una estrella de neutrones recién nacida está envuelta detrás de los escombros que quedaron de la explosión.
En general, las supernovas pueden crear dos tipos diferentes de objetos compactos: un agujero negro o una estrella de neutrones.
En el caso de esta supernova, denominada 1987A, se produjo a 160.000 años luz de la Tierra en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana vecina a la Vía Láctea.
La luz de la explosión fue vista desde la Tierra el 24 de febrero de 1987, el día después de que se detectara una explosión de neutrinos (partículas subatómicas producidas en grandes cantidades cuando el núcleo de una gran estrella colapsa) generada por la supernova.
Debido a al tamaño y la duración de la explosión de neutrinos de la Supernova 1987A, se creía que el remanente sería una estrella de neutrones, algo que recién se confirma más de tres décadas después.
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