Desde hace varios años, la mayoría de las agencias espaciales son conscientes de que en la Luna existen importantes cantidades de agua.
Por ello, esto ha impulsado a los países, principalmente Estados Unidos y China, a diseñar planes para una crear una base permanente en el satélite natural.
Dicha base sería clave para reabastecer a las naves de cara a otros viajes, como hacia Marte: teniendo en cuenta que la fuerza de gravedad del satélite es casi 6 veces menor a la de la Tierra, esto les permitiría a los cohetes utilizar mucho menos combustible para despegar.
En este sentido, el hielo en la región podría ser una fuente de agua potable para la exploración lunar y ayudaría a enfriar los equipos. Además, podría descomponerse para producir hidrógeno como combustible y oxígeno para respirar.
Por el momento, todas estas son suposiciones, ya que no se sabe realmente cuánta cantidad de hielo podría haber en la Luna. Pero lo que sí es una realidad es que, sin el trabajo de la sonda Prospector, dichas discusiones ni siquiera habrían comenzado.
Un 5 de marzo, pero en 1998, la sonda lunar Prospector de la NASA fue la encargada de confirmar la presencia de agua helada en los cráteres de ambos polos de la Luna.
Prospector, lanzada el 7 de enero de ese año, orbitó la Luna durante casi 19 meses para mapear la composición de su superficie y buscar hielo polar, algo que terminó confirmando.
La sonda realizó dicho descubrimiento gracias a su instrumento espectrómetro de neutrones que detectó hidrógeno, que se supone está en forma de agua.
Dicha información indicó que una gran cantidad de hielo de agua, posiblemente alrededor de 300 millones de toneladas métricas, se mezcló con el regolito en cada polo.
Además, Prospector detectó fuertes campos magnéticos, cartografió la distribución global de los principales tipos de rocas y descubrió signos de un núcleo rico en hierro de 600 kilómetros de diámetro.
A partir de ese momento, la sonda continuó estudiando la Luna durante varios meses más y, finalmente, impactó deliberadamente sobre el cráter Shoemaker en la superficie lunar el 31 de julio de 1999. Sin embargo, más de 20 años después, sus descubrimientos continúan siendo claves para la exploración espacial.
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