Recientes observaciones del telescopio espacial James Webb (JWST) han revelado indicios que sugieren la existencia de un océano subterráneo en una de las lunas heladas de Urano. Este hallazgo abre nuevas puertas en la búsqueda de agua y actividad geológica en el Sistema Solar, especialmente en cuerpos celestes que, hasta ahora, se consideraban inertes y sin mayor relevancia para la astrobiología.
El enigmático mundo de Ariel
Ariel es una de las 27 lunas que orbitan alrededor de Urano, el séptimo planeta desde el Sol y el tercero en tamaño en nuestro Sistema Solar. Esta luna, junto con Umbriel, Titania y Oberón, ha capturado la atención de la comunidad científica debido a su potencial para albergar agua en forma de hielo o en estado líquido. Curiosamente, Ariel lleva el nombre de un personaje de “La Tempestad” de William Shakespeare, mientras que Titania y Oberón derivan sus nombres de “Sueño de una noche de verano”, otra de las obras del dramaturgo inglés.
En el marco del proyecto “Lunas de Urano”, los científicos emplearon el JWST para observar estas cuatro lunas durante 21 horas. El objetivo era detectar rastros de amoníaco, moléculas orgánicas, agua y, sorprendentemente, hielo de dióxido de carbono. A pesar de que este último es improbable a la distancia de Urano del Sol —20 veces más lejos que la Tierra—, la superficie de Ariel reveló su presencia, sobre todo en el lado de la luna que se encuentra opuesto a su dirección de órbita.
¿Un océano oculto bajo la superficie?
El origen del hielo de dióxido de carbono en Ariel plantea un enigma. Según la investigación publicada en The Astrophysical Journal Letters, una posibilidad intrigante es que provenga de un océano líquido ubicado bajo la superficie de la luna. Richard Cartwright, autor principal del estudio y miembro del Laboratorio de Física Aplicada John Hopkins en Laurel, Maryland, comentó: “No debería estar ahí”. Para que el monóxido de carbono sea estable, se necesitarían temperaturas cercanas a los 30 kelvins (unos -405 grados Fahrenheit), lo que contrasta con la media de 65 grados Fahrenheit en la superficie de Ariel.
Otra hipótesis sugiere que el dióxido de carbono podría ser el resultado de moléculas que se descomponen bajo la radiación en el campo magnético de Urano. No obstante, la posibilidad de un océano subterráneo cobra mayor fuerza, especialmente si se considera que sólo los cuerpos celestes con actividad geológica significativa podrían albergar este tipo de océanos.
Un mundo geológicamente activo
La existencia de océanos subterráneos en lunas como Europa, Ganímedes y Calisto en Júpiter, así como en Encélado, Titán y Mimas en Saturno, refuerza la idea de que Ariel podría ser otro de estos mundos oceánicos. Los procesos químicos en su posible océano subterráneo podrían estar generando el dióxido de carbono que emerge a la superficie a través de grietas en el hielo, quizás en forma de penachos.
Además, la investigación detectó la presencia de carbonatos en la superficie de Ariel, minerales que sólo pueden formarse cuando el agua interactúa con la roca. “Si nuestra interpretación del carbonato es correcta, se trata de un resultado importante, ya que implicaría que se formó en el interior de la luna”, afirmó Cartwright. Esto podría confirmarse mediante futuras observaciones, modelado o una combinación de técnicas.