Este 28 de enero no es un día más para los aficionados del espacio: se cumplen 39 de años de la primera vez en la que un grupo de astronautas estadounidenses murió en pleno vuelo.
Ese día, pero de 1986, y tras 56 misiones tripuladas de la NASA exitosas, el transbordador espacial Challenger explotó apenas 73 segundos después de haber despegado desde Florida.
El accidente, en el que murieron los siete miembros de la tripulación (Francis Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe), produjo que el gobierno estadounidense paralizara los vuelos espaciales durante 32 meses.
Un despegue muy televisado
Aproximadamente el 17 % de los estadounidenses vio en vivo la explosión del Challenger, ya que entre los tripulantes se encontraba Christa McAuliffe, la primera maestra en el espacio.
McAuliffe era una profesora de 37 años de la secundaria Concord, en New Hampshire, que había sido seleccionada a través del programa “Teachers in Space” (Maestros en el Espacio).
Su misión era llevar a cabo la primera clase desde el espacio, la cual sería transmitida para todas las escuelas de Estados Unidos.
¿Qué causó el accidente?
Tras el accidente, la NASA y el gobierno de Ronald Reagan crearon la Comisión Rogers para investigar lo sucedido: La agencia espacial concluyó que la causa se encontraba en dos juntas tóricas (O-Ring) de goma en el propulsor derecho del cohete.
La noche anterior al vuelo, ingenieros de Morton Thiokol, empresa fabricante del Challenger, advirtieron que las bajas temperaturas podían afectar la capacidad de las juntas para sellar los tanques de combustibles.
Sin embargo, pese a las advertencias, el lanzamiento se llevó a cabo y, como se temía, una fuga de combustible terminó provocando una explosión en el tanque de combustible externo.
Específicamente, tras las primeras fallas de las juntas, a los 58 segundos de vuelo el Challenger atravesó una corriente de viento que agravó la fisura en las mismas.
Y, acto seguido, una columna de fuego escapó del propulsor derecho, quemando tanto la propia estructura de conexión del propulsor como el tanque externo de combustible.
Esto provocó la separación de la conexión del propulsor derecho y la explosión del tanque externo de combustible. Finalmente, las fuerzas aerodinámicas destruyeron el transborador.
Según la conclusión de la Comisión Rogers, fue la cultura organizacional de la NASA y el sistema de toma de decisiones los que habían contribuido sustancialmente al accidente.
Un trágico final
Sin embargo, más allá del accidente en sí, la situación más trágica fue que los siete tripulantes no perdieron la vida cuando el Challenger explotó, ya que la cabina se mantuvo intacta.
El problema fue que los astronautas no contaban con dispositivos de salida de emergencia, y la cabina comenzó a caer desde una altura de 20 km, a una velocidad de 300 km/hora.
Así, aunque no se conoce el momento exacto en el que murieron todos los astronautas, sí se sabe que al menos la mitad de ellos falleció cuando el transbordador impactó con el océano Atlántico.
Tal vez te interese: A 55 años de Apolo 11: ¿Por qué queremos regresar a la Luna?