Al asumir la presidencia, Donald Trump anunció que la Administración se esforzaría por enviar humanos a Marte durante su mandato, probablemente apoyándose en tecnologías desarrolladas por SpaceX.

Sin embargo, ingenieros espaciales alemanes cuestionan la viabilidad del cohete Starship para alcanzar esta meta ambiciosa, especialmente cuando la NASA aún enfrenta desafíos para regresar a la Luna con la misión Artemisa 2.

La apuesta de SpaceX y el Starship

El plan para Marte se basa principalmente en el desarrollo del megacohete Starship de SpaceX, dado que cuenta con un diseño y capacidad de transporte fundamentales para esta iniciativa. Sin embargo, los recurrentes ensayos del sistema de Elon Musk demuestran un desempeño mixto.

Durante la séptima y última prueba, realizada el 16 de enero de 2025, el propulsor reutilizable de primera etapa, Super Heavy, fue recuperado con éxito mediante los brazos mecánicos de la torre de lanzamiento. Pero la segunda etapa sufrió una explosión atribuida a una fuga de propulsor en la fase final del ascenso.

A pesar de estos contratiempos, SpaceX mantiene la visión de lanzar misiones no tripuladas a Marte en 2026, con la esperanza de que, tras validar la tecnología, los vuelos con tripulación puedan iniciarse en 2028.

Esta planificación se alinea con la urgencia que han manifestado ciertos sectores políticos, aunque la magnitud del reto es innegable.

Starship SpaceX
Nave Starship de SpaceX.

Limitaciones de carga y reciclaje de consumibles

Entre los especialistas que cuestionan la viabilidad de esta misión en los plazos establecidos se encuentra el ingeniero Volker Maiwald y su equipo del Centro Aeroespacial Alemán (DLR). En un artículo publicado en Scientific Reports de Nature, los expertos alemanes analizaron uno de los mayores desafíos: las limitaciones de carga y el reciclaje de los consumibles.

Los estudios se basaron en los detalles públicos sobre los planes de SpaceX para Marte. Según sus cálculos, el equipo concluyó que la masa de carga útil requerida para una misión exitosa al Planeta Rojo excede la capacidad de transporte que podría ofrecer una sola misión de Starship.

Estos cálculos incluyen a los astronautas, los equipos e infraestructura, el combustible, los alimentos y el agua, los sistemas de soporte vital, y otros insumos.

Un factor crítico es lo que Maiwald denomina “la tasa de recuperación de consumibles”. Esto es, la capacidad o eficiencia para reciclar recursos como agua, alimentos y aire durante el viaje.

Incluso en un escenario hipotético en el que se alcanzara un 100% de reciclaje, las pérdidas inherentes a cualquier sistema real harían insuficiente la reducción de masa necesaria para cumplir con los requisitos de la misión. Según Maiwald, “una tasa de recuperación del 100% es esencialmente imposible, ya que incluso los mejores procesos tendrán pérdidas”.

Producción de combustible in situ: ¿realidad o reto insuperable?

Para minimizar la masa lanzada desde la Tierra, la estrategia ISRU contempla la fabricación de combustible en Marte mediante la utilización de recursos locales.

Starship está diseñado para quemar metano líquido y oxígeno. Sin embargo, la conversión del dióxido de carbono en la atmósfera marciana y del hielo de agua en combustibles útiles representa un desafío técnico considerable.

El único experimento que probó este concepto en Marte es MOXIE (Mars Oxygen In-Situ Resource Utilization Experiment), instalado en el rover Perseverance de la NASA.

En 2021, MOXIE fue el primer experimento en extraer oxígeno del dióxido de carbono marciano. Sin embargo, su producción fue limitada.

Inicialmente generó tan solo 5 gramos de oxígeno, suficiente para unos 10 minutos de respiración. Luego, alcanzó una capacidad máxima proyectada de 10 gramos por hora.

A la fecha de cierre de MOXIE, en 2023, el total acumulado fue de apenas 122 gramos. La NASA estima que lanzar a cuatro astronautas desde la superficie marciana demandaría alrededor de 7.000 kg de combustible y 25.000 kg de oxígeno, sin contar el suministro vital para la respiración. Ante cifras como estas, producir el oxígeno y metano requeridos sigue siendo un desafío que aún no cuenta con una solución demostrada.

Otro desafío es fabricar metano a partir del hielo de agua marciano y el dióxido de carbono atmosférico. “No conozco ninguna tecnología que esté cerca siquiera de ser probada en un entorno similar a Marte”, declaró Maiwald.

Experimento MOXIE NASA
Experimento MOXIE de la NASA.

Amenazas de radiación

Más allá de los desafíos logísticos y de carga, la exposición a la radiación cósmica y solar durante el viaje a Marte constituye un riesgo crítico para la salud de la tripulación.

Estudios basados en las mediciones del ExoMars Trace Gas Orbiter de la Agencia Espacial Europea indican que un viaje de seis meses podría exponer a los astronautas a aproximadamente el 60% de la dosis de radiación recomendada para toda la vida. Esto implica niveles de radiación en tránsito de hasta 700 veces superiores a los que se experimentan en la superficie terrestre.

Además, la escasa atmósfera y la ausencia de un campo magnético significativo en Marte no ofrecen la protección necesaria contra estos peligros.

La protección planetaria

Otro aspecto esencial es la protección planetaria. Si hay dudas sobre la salud de los astronautas en una misión a Marte, también hay preocupaciones sobre los microbios que llevarán consigo.

La presencia inevitable de microorganismos en los astronautas podría complicar futuras investigaciones sobre la posible existencia de vida pasada o presente en Marte.

En este sentido, las normas establecidas por el Committee on Space Research (COSPAR) requieren que las misiones destinadas a buscar vida en otros planetas minimicen el riesgo de contaminarlos con microbios terrestres.

Estrategias para superar los obstáculos

Ante estos desafíos, los expertos sugieren un enfoque escalonado. Una buena posibilidad sería iniciar con misiones robóticas para validar tecnologías clave como la producción de oxígeno y combustible en Marte.

El envío de versiones de carga del Starship para instalar infraestructura y suministrar recursos antes de la llegada de los humanos podría ser un paso fundamental para mitigar riesgos y optimizar la misión.

Aunque el desarrollo tecnológico necesario para una misión humana a Marte es inmenso y requerirá tiempo, la propuesta de enviar astronautas a Marte antes del 2029 refleja tanto la ambición como la complejidad de convertir este sueño en una realidad.

Maiwald subrayo la magnitud del desafío y la necesidad de un progreso sostenido en cada área tecnológica. “Seré feliz si en mi vida se logra ver este hito” afirmó.

Con la colaboración entre agencias gubernamentales, empresas privadas y centros de investigación internacionales, el viaje a Marte sigue siendo uno de los mayores retos de la ingeniería moderna, marcando el camino para una nueva era en la exploración espacial.

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