Este 17 de abril no es un día más para los amantes del espacio: se cumple un nuevo aniversario de la fecha en la que la NASA evitó una gran tragedia con la misión Apolo 13.
Con estas palabras nos referimos al regreso exitoso de la misión, algo que, durante varios momentos, pareció realmente imposible.
Apolo 13 y una famosa frase
El 11 de abril de 1970, el cohete Saturno V, que transportaba la misión Apolo 13, despegó desde el Centro Espacial Kennedy.
En el cohete viajaban los astronautas Jim Lovell, Fred Haise y Jack Swigert con el objetivo de concretar el tercer alunizaje en la historia de la humanidad.
Pero, cuando todo parecía ir de acuerdo al plan, la misión sufrió un giro de 180° que puso seriamente en riesgo la vida de los astronautas.
Específicamente, un cortocircuito provocó la explosión del tanque de oxígeno líquido número dos. Y sin el oxígeno necesario, tanto para respirar como para generar energía eléctrica, los sistemas de propulsión y de soporte vital del módulo de servicio ya no podían funcionar.
La tripulación descubrió que la explosión en el tanque número dos también había dañado el tanque número uno. Esto hacía imposible el uso de las celdas de combustible, amenazando con la pérdida eventual de toda la energía eléctrica y el agua.
Y en ese momento fue cuando Swigert, comunicándose con la base de la NASA en la Tierra, dijo su famos frase: “Houston, tenemos un problema”.

Manos a la obra para rescatar a Apolo 13
Automáticamente, el alunizaje fue descartado y tanto los astronautas como los equipos en Tierra empezaron a buscar soluciones para traer de regreso a casa a la tripulación.
Tras debatirlo, se decidió que la mejor opción era que la tripulación se trasladara al módulo lunar para usarlo como un “bote salvavidas”. Así, el módulo Aquarius se convirtió en el centro de los esfuerzos para salvar la nave espacial y la tripulación.
El tanque de oxígeno lleno del Aquarius y el motor de descenso resultaron fundamentales para mantener a la tripulación con vida y devolverlos a la Tierra.
Pero el regreso no fue sencillo, ya que, junto con la extrema escasez de agua y energía eléctrica, la tripulación también se encontró con niveles peligrosos de dióxido de carbono.
Esto último se debió a que muchos botes de hidróxido de litio, diseñados para eliminar el gas de la nave espacial, estaban disponibles en el módulo de comando. Pero el problema era que esos botes cuadrados no eran compatibles con las aberturas redondas de Aquarius.
Por ello, el personal de soporte en Houston se las ingenió para crear un método para colocar una “clavija cuadrada en un agujero redondo”.
El regreso a casa
Después de tomar una trayectoria de regreso libre a la Tierra, y al usar el Sol como una estrella de alineación para la navegación, Apolo 13 pronto se encontró acercándose a nuestro planeta.
Pero, como no podía ser de otra manera, quedaba un último problema: encender el módulo de comando después de su aparentemente larga pausa en la acción.
Uno de los principales problemas se refería a si la condensación fría en la instrumentación provocaría un cortocircuito cuando volviera la energía.
Pero, para suerte de todos, la activación no causó ningún incidente. Y esto último fue gracias a que, tras el devastador incendio del Apolo 1 en 1967, se llevó a cabo un importante rediseño para agregar un mayor aislamiento para una mejor protección del cableado.
Finalmente, el 17 de abril la tripulación amerizó en el Océano Pacífico, cerca de Samoa.

Lecciones aprendidas
Tras el incidente con Apolo 13, la NASA realizó varias modificaciones en el sistema de alimentación eléctrica del módulo de servicio. Entre ellas se destacó un rediseño de los tanques de oxígeno y la adición de un tercer tanque.
Gracias a estas modificaciones, la misión Apolo 14 llegó exitosamente a la Luna, algo que se repitió hasta 1972 con Apolo 17.
Tal vez te interese: Cobertura – Apolo 11, el mayor logro de la humanidad