Hace un tiempo, astrónomos confirmaron por primera vez cómo un planeta fue destruido por su estrella anfitriona. Ahora, datos del telescopio James Webb revelan que la historia fue aún más dramática de lo que se pensaba.

En mayo de 2020, un grupo internacional de científicos observaron lo que parecía ser el trágico final de un exoplaneta orbitando una estrella lejana, consumido por la expansión de la luminaria al convertirse en gigante roja. Pero nuevas observaciones realizadas con el telescopio espacial James Webb, activo desde 2022, sugieren otro desenlace. Fue el planeta el que se precipitó hacia la estrella, en una espiral de destrucción provocada por la degradación paulatina de su órbita.
“La evidencia posterior muestra una gran cantidad de material expulsado por la estrella a medida que el planeta se hundía en su atmósfera”, explicó Ryan Lau, astrónomo del NOIRLab de la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU. y autor principal del estudio publicado en The Astrophysical Journal.
Una escena cósmica a 12.000 años luz
El evento ocurrió en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, a 12.000 años luz de la Tierra, en la dirección de la constelación del Águila.
La estrella involucrada es algo más tenue y rojiza que el Sol, con un 70% de su masa. El planeta que albergaba probablemente era del tipo Júpiter caliente: gigantes gaseosos que orbitan muy cerca de su estrella, lo que los expone a temperaturas altísimas y provoca una atmósfera extremadamente activa.
Según el coautor del estudio, Morgan MacLeod, del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica, la masa del planeta debía ser varias veces la de Júpiter para provocar una alteración tan violenta en la estrella.
Caída libre y colisión estelar documentada por el James Webb
Se cree que el proceso se desató cuando la órbita del planeta comenzó a deteriorarse gracias a interacciones gravitatorias con su luminaria. Luego, en un momento crítico, el planeta comenzó a rozar la atmósfera estelar. Finalmente, el intenso viento de frente generado al atravesar capas de gas cada vez más densas aceleró su caída final.
Mientras se hundía, su atmósfera gaseosa fue arrancada, generando un espectáculo energético de luz, polvo y materia expulsada.

Las imágenes del telescopio James Webb muestran un anillo de gas caliente alrededor de la estrella, junto con una nube de polvo más frío que se expande tras el impacto.
“Es como hacer una autopsia cósmica”, señaló Lau. “La evidencia está en el material que quedó flotando alrededor”.
¿Qué significa esto para nuestro Sistema Solar?
Aunque ningún planeta del Sistema Solar está tan cerca del Sol como para sufrir un destino similar en el corto plazo, eso no significa que estemos a salvo para siempre. Se estima que en 5.000 millones de años, el Sol también se inflará como una gigante roja y podría engullir a Mercurio, Venus… e incluso la Tierra.
Lo más relevante del hallazgo es que sugiere que, en muchos sistemas planetarios, la destrucción no ocurre solo cuando la estrella envejece, sino que puede iniciarse mucho antes por inestabilidades orbitales.
“Nuestros resultados sugieren que los planetas pueden morir lentamente al caer hacia sus estrellas. No necesariamente mueren tragados cuando la estrella se expande” concluyó Lau.
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