Un equipo internacional de astrónomos encontró, utilizando el Telescopio Espacial James Webb (JWST), la “evidencia más fuerte hasta ahora” de vida fuera del Sistema Solar. Pero como suele pasar en ciencia, la realidad es más compleja que el titular.

El planeta en cuestión es K2-18b, ubicado a unos 120 años luz de la Tierra, en la constelación de Leo. Lo que detectaron fue una alta concentración de una molécula conocida como dimetil sulfuro (DMS), cuya presencia en la Tierra está casi exclusivamente asociada a organismos vivos, como las algas marinas. Eso lo convierte en un potencial bioindicador, una “firma química” que podría delatar la existencia de vida.

“Estamos viendo las primeras señales de un mundo posiblemente habitado”, afirmó el astrofísico Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge. Su equipo también detectó otro compuesto relacionado, el dimetil disulfuro (DMDS), que refuerza la hipótesis de una atmósfera rica en compuestos biológicos.

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Cautela científica: ¿prueba o posibilidad?

A pesar del entusiasmo, la comunidad científica respondió con reservas. La detección de DMS fue reportada con una significancia estadística de tres sigma, lo que implica un 0,3% de probabilidad de que sea un falso positivo. Si bien es un resultado llamativo, está por debajo del umbral de cinco sigma que se exige generalmente para declarar un descubrimiento.

El astrobiólogo Christopher Glein, del Southwest Research Institute, resumió la postura de muchos colegas: “La vida debe ser siempre la última hipótesis. Primero hay que descartar todo lo demás”. Incluso cuestionó el modelo estadístico empleado, que habría favorecido artificialmente la presencia de DMS y DMDS como únicas explicaciones posibles para ciertos espectros de la atmósfera del planeta.

Otros expertos, como Manasvi Lingam del Florida Institute of Technology y Eddie Schwieterman de la Universidad de California, Riverside, advierten que la falta de etano en los datos es sospechosa.

En presencia de radiación ultravioleta —como la que emite la estrella anfitriona de K2-18b—, el DMS debería descomponerse y formar etano. Su ausencia sugiere que el modelo atmosférico podría no ser correcto… o que las moléculas detectadas ni siquiera están ahí.

Revisión, datos nuevos y viejas dudas

En 2023, el mismo grupo de investigación ya había sugerido la presencia de DMS en K2-18b, pero otros análisis independientes no confirmaron esa primera detección.

En esta nueva ronda de observaciones, se utilizó otro instrumento del JWST y se analizaron diferentes longitudes de onda, lo que, según los autores, permitió una mayor claridad y precisión.

Aun así, muchos especialistas reclaman más confirmaciones independientes. Glein fue claro: “Necesitamos múltiples líneas de evidencia coherente para poder hablar en serio de vida. La ciencia no se construye sobre un solo indicio”.

Espectro de transmisión del exoplaneta K2-18 b, ubicado en la zona habitable, obtenido con el espectrógrafo MIRI del telescopio espacial James Webb (JWST). Fuente: A. Smith, N. Madhusudhan.

¿Química de la vida o geología exótica?

Hay una cuestión de base aún sin resolver: ¿K2-18b es siquiera habitable? El planeta, clasificado como un sub-Neptuno, tendría una atmósfera rica en hidrógeno y una temperatura templada. En 2021, el equipo de Madhusudhan había propuesto que el planeta podría albergar un océano bajo esa atmósfera, ideal para vida microbiana.

Sin embargo, estudios más recientes ponen en duda esa conclusión. Quizás esté demasiado cerca de su estrella como para mantener agua líquida en la superficie. Y, de cualquier modo, aún hay mucho que no entendemos sobre la química y geología de mundos tan diferentes a la Tierra.

El geólogo planetario Matt Genge, del Imperial College de Londres, también pide prudencia. “No podemos asumir que ciertas moléculas solo se forman por procesos biológicos. Hay muchos caminos geoquímicos que podrían producir DMS o DMDS sin necesidad de vida” afirmó.

¿Es DMS un buen bioindicador?

Incluso el rol del dimetil sulfuro como bioindicador está en discusión.

La astrobióloga Michaela Musilova citó estudios que muestran cómo reacciones entre radiación UV, metano e hidrógeno sulfuro pueden generar DMS y DMDS sin necesidad de organismos vivos. De hecho, trazas de DMS ya fueron detectadas en cometas, cuerpos helados donde no hay vida alguna.

“Hasta que múltiples equipos analicen los datos con métodos diferentes y lleguen a las mismas conclusiones, todo esto sigue en la categoría de posible descubrimiento”, subrayó Musilova.

Entre el entusiasmo y la paciencia

La historia de la búsqueda de vida fuera de la Tierra está llena de falsos positivos. El caso más famoso fue el de la fosfina en Venus, que generó titulares similares… y luego quedó desacreditado.

Pero eso no significa que el esfuerzo sea en vano. Cada dato nuevo nos acerca un paso más a entender los procesos químicos del universo, y a responder una de las grandes preguntas de la humanidad.

“Esto no va a resolverse con una única observación”, dijo Schwieterman. “Habrá errores, falsas alarmas… pero también descubrimientos sorprendentes. Solo tenemos que tener paciencia”.

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